El fulgor suele proporcionarlo la distancia, distancia en tiempo y espacio. Ejemplos sobran. San Martín, hoy indiscutido prócer de nuestra Argentina, si bien gozaba de respeto, afecto y pocos discutían sus cualidades, en su tiempo estuvo lejos de recibir grandes elogios. Peor que discutido, en gran medida, fue ignorado. Cuesta –o duele- saber que debió hacer ingentes esfuerzos no para que lo homenajearan sino para que le enviaran los dineros que el incipiente Estado Nacional le adeudaba por sus servicios.
Los sistemas políticos, en los que requieren de participación y construcción social, prescinden de héroes y esto ocurre desde hace bastante poco tiempo.
En este espacio recordábamos hace unos días que nos separan apenas 70 años desde que las mujeres pudieron empezar a decidir, participar, actuar, elegir. Algo que debe sonarnos extraño ya que las mujeres superaban en número a los varones –como hoy- por lo que el proceso eminentemente democrático no supera las siete décadas en la Argentina. Joven, sí, pero de ninguna manera es una democracia adolescente, aunque a veces parece ser irreflexiva y caprichosa.
Hoy es la vigésima vez de elecciones generales luego de la recuperación del sistema. Después de la dictadura cívico militar, genocidio que nunca sonará redundante, porque es la manera de que jamás pueda repetirse, algunos y algunas superan las 20 asistencias a las escuelas para votar, ya que también hubo un plebiscito –aquél por el Beagle y la mediación papal- y para elegir a los y las constituyentes para la reforma constitucional de 1994. O sea, el músculo electivo deberíamos tenerlo apto para hacerlo bien.
En la oferta de candidatos y candidatas, con respeto y gratitud confieso, me arriesgo asegurar que no encontraremos héroes, ídolos ni figuras fulgurantes, y está bien que así sea, porque la democracia no es un mecanismo que garantice el manejo de los destinos nuestros por seres iluminados, sino el método para elegir a quien pueda representar mejor nuestros intereses, nuestro ideario, nuestras expectativas inmediatas y quien se comprometa a acompañar los esfuerzos cotidianos de todos los ciudadanos y de todas las ciudadanas. Las boletas no contienen las imágenes de rockstar encumbrados si no la de aquellos que se ofrecen como intérpretes de las canciones corales, canciones que muchas veces suenan a reclamos y demandas difíciles de satisfacer
Cotejar nuestro presente, considerar el pasado y pensar un futuro mejor son los requisitos para votar bien. Estar convencido de que esta decisión es nuestra contribución, aporte insuficiente pero indispensable para construir el edificio común, ese que nos alberga y nos contiene, que nos protege y propicia nuestro desarrollo individual y social.
Mendoza es uno de los Estados que renueva sus lugares en la Cámara Alta. Ese Senado de la Nación, escenario de inigualables discursos y emblemáticos acontecimientos, sufrirá alteraciones en su composición.
Desde la reforma constitucional de 1994 que los representantes de las provincias se eligen por voto directo, y es esta cámara la que alberga la misma cantidad de representantes por territorio, sin que las dimensiones, cualidades geográficas, historias o bondades naturales incidan para tener mayor o menor oportunidades de ser defendidas. Las pobres, las menos pobres, las pequeñas, las grandes, las lindas y las no tanto, tienen idéntica posibilidad numérica de armonizar sus intereses con el resto, dato que contrasta con las ocurrencias absurdas de querer separar a nuestra provincia del concierto nacional por ser víctimas. Uno de los tantos ardides de vuelo gallináceo, discursos que sólo demuestran que con cacarear no es suficiente para comprobar la cantidad y calidad de huevos que se ofrecen.
Después de aquél primer paso en pandemia, hoy definiremos quienes serán nuestros representantes, también en la cámara de diputados de la nación, y aquí, en la legislatura. Quizá decir elecciones de medio término nos lleva a pensar que son medio importantes y no del todo. Contrariamente a esta pretendida desvalorización que se puede pronunciar, estas, como las anteriores y posteriores elecciones, revisten una importancia vital. Volvemos a las escuelas, esta vez, no a estudiar si no a calificar, a ponerle nota a la representación local y nacional. Escuelas que ojalá luego estén repletas de chicos contentos y chicas felices, agradeciendo lo bien que supimos elegir
Quizá ninguna y ninguno de las y los que figuran en las boletas vaya luego a ocupar un lugar en alguna plaza ni quedarán sus rostros impresos en billetes que más temprano que tarde pierden valor. Y tampoco es conveniente alentar esas posibilidades.
Los héroes, los ídolos, las deidades y los próceres, no tienen ningún interés en invertir su tiempo en trabajar a favor de las rutinas nuestras, en procurar encontrar soluciones a nuestras demandas más triviales ni a sumarse a un colectivo que va repleto de personas que sólo aspiran a tener una vida menos dolorosa, más amable, con menos carencias y más momentos de consciente alegría.
Excepto los delincuentes de ocasión que –vaya a saber a quién le venden su mercancía- nadie espera el bronce. Ningún esbelto equino espera en medio de un bulevar para que se monte uno de ellos y las calles se las arreglan bastante bien sólo con números. Y está bien que así sea, que los postulantes se nos parezcan, que los representantes nos interpreten y que los que elegimos exijamos que no sean tan iluminados como para que nos encandilen, ni tan grandes como para que nos aplasten los sueños más básicos.
Treinta y ocho no es sólo el calibre de un revólver, 38 son los años ininterrumpidos de este sistema, la democracia, que cada día es más imperfecta, tanto que cada día se parece más a Vos, a mí y a todos (hombres y todas las mujeres) que quieran del suelo argentino.