Volver, como en el tango de Le Pera y Gardel, puede justificarse por la delgada luz que se cuela entre la grieta, esa hendija que divide el pasado del presente, ese espacio que separa dos maneras de observar la realidad. Luz que no alcanza para alumbrar el camino que conduce a la pretendida verdad, pero a la vez garantiza que nadie podrá encandilarse.
Elegimos el primer día de febrero, de un calendario que apenas data de 439 años tal como lo conocemos hoy , con los ajustes que le hiciera el Papa Gregorio XIII (decimo tercero) para volver a proponer esta columna, que aunque torcida, sus vértebras resisten los vendavales político empresariales.
Adaptarse a la situación actual de Pandemia es posible, lo hemos visto, pero para nada inocuo. En algunos días se cumple un aniversario en nuestro país de la aceptación, de la admisión de que, efectivamente, formamos parte del Planeta, queramos o no, y que un virus puede alojarse en nuestro organismo y eso puede complicarnos la vida, inclusive, hasta terminar con ella, por más que mostremos nuestro pasaporte.
Los números esta vez se empecinan en contrariar a la mayoría de los argentinos. No somos los mejores, tal como un porcentaje insiste en sostener, pero tampoco los peores, como los de la otra facción pretenden hacer creer.
La falsa antinomia salud versus economía no funcionó. El perjuicio es para todos y todas, en todo el Planeta, por más que tensemos la cuerda de izquierda a derecha y al revés.
Tal vez la conclusión más triste es que fue una ilusión aquello de que saldríamos mejores. Individualmente y socialmente, aunque el análisis suene prematuro, los cambios no son muy halagüeños.
Los grandes medios no hablan de la súbita separación marital de Rodríguez Larreta y Bárbara Diez, y tampoco de un posible affaire del jefe de gobierno porteño con una funcionaria, joven que estaría en estado de gravidez. Información más para el espectro de la farándula que para la política, siempre que provenga desde esa glamorosa élite.
En Córdoba un joven estranguló a otro, presuntamente para recuperar su celular. Tan significativo y alarmante como el hecho es que el propio asesino filmó la escena y la difundió. Y peor, hay quienes avalan al asesino.
La comunicación al instante no alcanza para los funcionarios, al menos de Mendoza, a quienes le imploramos nos den los datos y no lo logramos ni con los mejores gestos. En nuestra provincia la transparencia es sinónimo de silencio total.
Continuando con la agenda, la cuestión de volver a la presencialidad en educación despierta controversias. Y como para arruinarle el discurso a los sempiternos defensores de las políticas de los países dominantes, Ángela Merkel se manifestó a favor de clausurar el dictado de clases ( con la particularidad de que en Alemania es época de pleno curso lectivo). A propósito pude leer un comentario en un sitio digital local, que un tal Millán denostaba al ministro argentino de educación, Nicolás Trotta por la dilación para recomenzar con el dictado de clases. Lo más tremendo de la información y del comentario es que quien se manifestó recomienda imitar al primer mundo, y menciona entre ellos al estado de Bélgica. Tanta ignorancia circula por las redes que el lector comentarista no advirtió que Béligca es el país de Europa con más muertos por millón de habitantes, casi duplicando los números de la Argentina.
Estamos en febrero. Que empieza con fe, sí, veremos qué significa. Originalmente, febrero hizo referencia al mes de la expiación. Tanto como enero, plagio del calendario egipcio, febrero no existía. Marzo, era dedicado a Marte, dios de la guerra, arma de conquista; abril, cuando abre la primavera; mayo, consagrado a Júpiter, deidad suprema; junio en honor a Juno, hermana y esposa de Júpiter; julio ofrecido a la memoria del emperador Julio César; agosto, porque el soberano Augusto lo tributó a su nombre; septiembre, séptimo; octubre, el octavo; noviembre, noveno; y diciembre, décimo.
Estamos inaugurando febrero, el más breve de los meses. Hemos regresado con este espacio, escoliosis, una columna que no es pero a la vez rehúsa de ser “derecha”, para que podamos tener una opción, y de manera colectiva, podamos erguirnos soportando el peso de lo cotidiano, que no es lo óptimo sino lo posible.
Gracias a este medio, a los colegas, a las mujeres y a los varones que se apoyan o soportan esta columna, sabiendo que la intención que nos edifica no es la perfección ni el juicio definitorio, sino un boceto de lo que nos ocurre como sociedad.
Evito decir que hemos retornado por la connotación que tiene la palabra retorno. Hemos vuelto y sin pedir un vuelto, pero el parpadeo de las luces es imperceptible y las nieves del tiempo, que son las canas en las pastillas, no nos han podido vencer.