Hoy María Fernanda Heras entrevisto a Vanesa Chirkes. La cantante regresó a los escenarios con Estampas de Latinoamérica, acompañada por el guitarrista Pablo Zapata y Diego Cueto en percusión. En el repertorio de canciones que eligió se destacan "El salar", de Raúl Carnota; “Coplas al agua”, de Juan Quintero; “Madera de deriva”, de Jorge Drexler; “Quién va a cantar”, de Rubén Rada y “María Landó”, de Chabuca Granda, entre otras.
El último recital de Chirkes había sido en 2019. Por eso sintió “mucha alegría” de volver con Estampas de Latinoamérica.
“Yo me ponía a cantar y lloraba, me emocionaba demasiado, no podía cantar ante el público, estaba demasiado vulnerable, muy en carne viva”, recuerda lo que le pasó durante la convalecencia. Este año esa fragilidad emocional se cicatrizó cuando se contactó con Pablo Zapata porque necesitaba un guitarrista para sus alumnos. “Una vez al mes hago unas tertulias musicales en casa con mis alumnos y nos acompaña un guitarrista. Entonces ya tenía claro que quería volver a cantar en público y empezamos a trabajar”, cuenta Chirkes que sin prisa, con esa extraña calma que se apodera del ritmo de la existencia después de la tormenta del cáncer, fue probando y midiéndose con los temas. “Cada canción que elegí tiene que ver con cosas de mi vida, con cosas que sueño, con cosas que me pasaron, con deseos, con esperanzas, con cosas que me hacen mal o que me dan pena, que me angustian. Hay algunas canciones que tienen que ver con la lucha de las mujeres”, comenta y revela que incluyó el fado “Ai vida”, que escuchó por primera vez en el período en que vivió en Barcelona, de 2002 a 2007. Entonces daba clases de música y canto para chicos de tres a seis años en catalán y cuando podía se hacía escapadas a ciudades más o menos cercanas como Lisboa.
“Siempre escuché música que me llegara al corazón”, reconoce Chirkes. “Lo que me llega al corazón lo escucho y a veces lo paso por mi cuerpo y va. Pero a veces lo paso por mi cuerpo y no va. Una cosa es lo que uno escucha y otra cosa es lo que uno puede cantar. A esta altura del partido, tengo 52 años, es como si dijera no canto por cantar, canto porque hay algo de esos temas que tienen que ver conmigo; están dichos desde mi ser más profundo”. Antes de rumbear hacia el ensayo, la cantante sonríe y concluye: “Volver a cantar me da mucha felicidad”.
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