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Un venezolano empuja el progreso científico desde el corazón de Siberia

Por Víctor Ternovsky

 

El científico venezolano Raúl Rodríguez es una parte inalienable del paisaje de la ciudad siberiana de Tomsk, incluso en sus duros inviernos en los que las temperaturas caen fácilmente por debajo de menos treinta grados. Cualesquiera que fueran las condiciones climáticas, se monta en su bicicleta y va rumbo a la Universidad Politécnica local.

Allí, en la Escuela de Investigación de Tecnologías Químicas y Biomédicas, encabeza un equipo que trabaja en temas de mayor relevancia en el el mundo de la ciencia. Precisó en una conversación con Radio Sputnik que el grupo trabaja en tres áreas.

Primero, desarrolla sensores biomédicos —"supersensibles, de bajo costo y fáciles de usar"—, destinados a diagnosticar enfermedades, entre ellas cáncer o párkinson.

Segundo, está avanzando en nuevos métodos "completamente innovadores" para "analizar objetos a escala nanométrica", que descubren en ellos características antes desconocidas. Subrayó que es algo que no permite ningún microscopio óptico.

Por último, desarrolla "nuevos materiales, especialmente nanomateriales".

Raúl Rodríguez se mostró muy contento con las condiciones de su labor en la Universidad Politécnica de Tomsk, uno de los centros docentes que las autoridades rusas se plantean llevar al 'top 100' del mundo. "Están facilitando recursos para alcanzar este objetivo", indicó, al agregar que su equipo dispone para sus actividades de instrumentos "costosos", entre otras ventajas destinadas a "incrementar el nivel científico y tecnológico de esta universidad".

Cuenta que lo que le llevó al corazón de Siberia fue su vida "nómada", algo normal para un científico que tiene que "viajar mucho" si quiere crecer. Su camino quizás fuera predestinado. Desde chico quiso entender "cómo funciona el mundo", lo cual se desembocó en la afición por ciencias como física y química. La ciudad universitaria de Mérida, de la que proviene, fue el lugar ideal para dedicarse a la ciencia. Allí recibió una educación "buena" y "gratuita".

Cuando le surgió la oportunidad de "hacer estudios en el exterior", pudiendo elegir entre ir a EEUU o Europa, optó por la última opción. Hizo su doctorado en París, prosiguió sus investigaciones en Lituania y luego fue en Alemania, donde pasó 6 años. Fue allí donde conoció a su esposa rusa Evgeniya Sheremet, también científica experimentada. En un momento se dieron cuenta de que no pueden seguir desarrollándose como profesores a un ritmo deseado, debido a lo complicado que es hacer en Alemania su propio grupo científico. Así que cuando apareció la posibilidad de cumplir sus sueños en Rusia, hicieron las maletas y se fueron.

De acuerdo a Raúl Rodríguez, no se arrepintió en ningún momento de mudarse a Tomsk. Afirmó que tiene mucho que ver con la Mérida venezolana, tratándose de una ciudad académica. Destacó, asimismo, que la gente es muy "amistosa", "abierta" y "colaboradora". Además, elogió a la cocina rusa, descubriendo que tiene muchas similitudes con la de su país de origen. Tampoco le asusta el clima local, sino que le "encanta". Ni siquiera los fríos y el que Siberia esté "la mitad del año cubierta de nieve" es algo que le impide usar su bicicleta para ir al trabajo o llevar a su hijo de tres años al jardín infantil. Solo la deja en casa cuando no puede funcionar debido a que las temperaturas caen por debajo de los cuarenta grados.

"Aquí en Rusia cada día es una anécdota", ironizó al respecto.

"A Rusia la considero ahorita mi casa, aquí es donde vivo, aquí está mi familia, este es mi lugar", concluyó Raúl Rodríguez.