Armando Grillo fue un periodista santafesino que desde muy joven escribió en importantes diarios de su provincia. Padecía de una afección respiratoria crónica por lo que los médicos le aconsejaron vivir en un clima como el nuestro y se vino a San Rafael en la década del cincuenta.
Rápidamente, esa talentosa pluma encontró trabajo en los periódicos locales. Pero también LV4 lo tentó y llegó a la radio haciendo gala de un verbo y una cultura cautivantes. Aunque siempre el Don (sinónimo de calidad de persona) antecedía a Armando, también lo llamaban El Poeta.
Para muchos de los jóvenes de entonces, trabajar con él fue un verdadero privilegio. Significó, asimismo, aprender cada día algo nuevo.
Cuando la jubilación lo derivó al ámbito pasivo, muchos lo buscábamos en las tardecitas sabatinas de La París o Maylén. Café de por medio, siempre recogíamos jugosas reflexiones de la más variada naturaleza.
En una oportunidad, y ante la consulta de cómo abordar temas de los denominados espinosos, polémicos, Don Armando, sugirió más o menos lo siguiente: si lo que se dice es verdad comprobable y se expresa respetuosamente, no hay razón para evaluar a quienes puede gustar o disgustar. De acuerdo a la conveniencia, siempre habrá adhesiones y rechazos; eso es menor al lado de lo que representa expresar a la comunidad pensamientos libremente. Si el periodismo forma opinión, el periodista tiene que opinar.
Siempre remarcaba lo de la veracidad. Si Ud. recibe un llamado telefónico o una carta (las redes sociales de entonces) compruebe con al menos dos fuentes más si es así. De lo contrario, espere. Y remataba con un "La primicia no existe; la gente no escucha, no ve ni lee todos los medios al mismo tiempo como para determinar quién lo dijo primero". Vale. Valía ayer. Vale hoy y siempre.
Ante tanta opinión sin conocimiento y elucubraciones de variada naturaleza que, inclusive, hasta dejaron de lado lo más importante (el comportamiento cristiano ante temas sensibles como la muerte), anoche recordé mucho aquellos pensamientos de Don Armando Grillo.
Por Roberto A. Bravo
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