En esta semana en la que tan impregnada está en nuestra sociedad la presencia de la Mujer con sus derechos denegados a lo largo de la Historia y reivindicados con mayor conciencia recién en la segunda mitad del siglo XX y comienzo del XXI, es bueno echar una mirada alrededor y recordar algunas de las nuestras: Martina Chapanay.
Así comenzó su columna diaria Mónica Borré para Muchas Gracias. Muchos de nosotrxs no sabemos cabalmente de la importancia social que tuvo a lo largo del siglo XIX esta mujer mestiza que nació en 1800, plena colonia, hija de un Jefe de una comunidad Huarpe y de una blanca quien había creado una escuela de alfabetización en su propia casa. Las Lagunas de Guanacache, cuando todavía no eran un secano, fueron su cuna.
Rebelde desde niña, leal a ultranza de la justicia, valiente, generosa, libre en su conducta como mujer que escandalizaba a la mentalidad pacata de esa época: no sé casó y tenía amantes.
La describen delgada, morena, con su largo y renegrido pelo suelto, vestida de gaucho y galopando de un lugar a otro de Cuyo, primero como asaltante de los más ricos para repartir el botín entre los desposeídos, luego como chasqui del Ejército de Los Andes, aceptada y valorada por José de San Martín. Cuentan que lucía orgullosa su chaleco militar como símbolo de pertenencia a la lucha por su patria.
Cuando la guerra civil, peleó junto a Facundo Quiroga, con Chacho Peñaloza, a quien vengó humillando a su asesino.
Perseguida por el poder, protegida por los pobladores a quienes ella había ayudado, logró una amnistía en San Juan pero tiempo después se retiró a Jachal donde ofició como curandera ya que sabía el ejercicio de la medicina indígena.
Eligió pasar su vejez en Mogna y a los 87 años falleció entre los suyos. Hasta el día de hoy llegan flores y plegarias a su tumba. Una Radio del servicio Nacional de San Juan ha propuesto llevar su nombre: la Martina Chapanay.