Por Santiago Lucía - @Santilucia

La magnitud de las lesiones y la incidencia en los equipos se dimensionan con el tiempo. La primera sensación tiene que ver con el impacto anímico que genera en la interna del grupo. En la víspera del torneo más importante que puede jugar un futbolista es un golpe durísimo. Desolador para el protagonista y triste para sus compañeros.

Después viene el análisis funcional. En la importancia que tiene el lesionado para el equipo por sus características individuales y su aporte a lo colectivo. En esta arista Argentina enfrenta un problema. Otro más. Inesperado e inoportuno. Entre las certezas que había encontrado el cuerpo técnico en el último semestre una de las más contundentes era la inclusión en el equipo titular de Manuel Lanzini.

El plantel que viaja a Rusia tiene un cruce generacional entre los “históricos” Messi, Agüero, Higuaín, Di María y la nueva generación de Pavón, Lo Celso y Lanzini. En esa interacción de los que arrastran años y experiencias en la Selección y los nuevos está una de las claves para potenciar al equipo. La búsqueda de algo distinto a lo que nos mostró el equipo en los últimos tiempos está en esa mezcla, ese cruce generacional. Sabemos cómo interactúa Messi con Agüero y Dí María; lo cautivante es esperar como se asocia a Lo Celso o cómo lo hizo con Lanzini.

En el ex jugador de River, Sampaoli había encontrado un mediocampista que pudo vincularse con complicidad con Lio Messi. Ahí radica el potencial del equipo. Por eso la titularidad frente a Haíti y la inclusión en los once iniciales a una semana del mundial era indiscutida. Lo que pierde Argentina es, fundamentalmente, un socio de Messi  pero también poder de gol, conducción, pase seguro y desequilibrio. Los ligamentos le rompieron el sueño mundialista.

Sampaoli, debe estar repitiendo como un mantra esa frase que Roberto Perfumo repitió con insistencia en el aire de Radio Nacional “a veces las lesiones te terminan armando el equipo”. Para intentar re significar una noticia que pegó y fuerte.