La médica y Presidente de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM) analizó el tema del matrimonio infantil en Argentina: " nosotras aquí en FEIM, a partir del 2016, venimos estudiando el tema porque creíamos que esto no existía en nuestro país o que no era un tema preponderante. Pero tomamos el análisis de los datos del censo del 2010 y ahí encontramos que sí, a diferencia de lo que creíamos, había un 4,7% de todas las niñas, es decir, hablamos de niñas según la clasificación de Naciones Unidas, que toda persona menor de 19 años, es decir, hasta los 18, son niñas. Y ahí descubrimos que el 4,7% de las niñas en todo el país estaban conviviendo, ya sea casadas o sobre todo en uniones convivenciales con varones mayores. Esto nos llamó tanto la atención que con un fondo especial, el Fondo Financiero de ONU Mujeres para Actividades de Prevención de la Violencia, estudiamos más a fondo y ahí pudimos ubicar la frecuencia por departamentos o sectores más reducidos de las provincias. Y ahí nos quedó muy claro que hay zonas del NEA y del NOA, incluida Chaco, Misiones, Formosa, Salta y Jujuy, que tienen frecuencias mucho mayores".
Entre las consecuencias resaltan las desigualdades estructurales, se ve violado el derecho a la educación, los derechos sexuales, la posibilidad de elección, de vivir una vida sin violencia, y la capacidad de autonomía económica. No siempre el matrimonio es formal y ante autoridades civiles; de hecho, en la mayoría de los casos las uniones son informales o celebradas en ceremonias tradicionales, y no hay registro de tales vinculaciones, lo que dificulta su cuantificación.
Ser una niña, y además ser pobre, las ubica en contextos geográficos, sociales, culturales y realidades económicas de circunstancias muy difíciles de sobrevivencia a las que es habitual formen parejas y/o uniones tempranas tengan embarazos precoces y abandonen la escolaridad. A raíz de ello, y debido a la desigualdad de género y las diferencias de edad, la mayoría de las niñas dependen económica e interpersonalmente de sus parejas.
En el caso de que queden embarazadas, la mayoría de las veces con escasa educación y pocos recursos personales o económicos, las excluye y las obliga a solo poder tener trabajos precarios mal pagados y no solo persisten en la pobreza, sino que suelen alcanzar niveles de pobreza mayores que sus propias madres, aumentando más aún la brecha de género. Se crea así un círculo vicioso en que se identifican las uniones infantiles como causa y consecuencia de fenómenos que vulneran los derechos de niñas.
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