Hoy hablamos de un tema que sigue siendo tabú en algunos espacios: la menstruación. Algo que a varies les da vergüenza, a otres miedo, también pudor, y hasta a veces asco. Pero es parte de la vida de la mitad de la población mundial. En Argentina, más de 12 millones de niñas, adolescentes, mujeres, varones trans y no binaries menstrúan. Y tanto estos tabúes, como los obstáculos que existen en el acceso a productos de gestión menstrual (toallitas, tampones, copas u otros), tienen consecuencias en la salud, educación y bienestar de estas personas menstruantes.
Pero ¿de qué hablamos cuando hablamos de higiene menstrual? El manual “Acceso a la gestión menstrual para más igualdad” publicado en 2022 por UNICEF junto a DNEIyG, plantea que el término fue definido en 2012 por el Programa Conjunto OMS/ UNICEF de Monitoreo del Abastecimiento del Agua, el Saneamiento y la Higiene, y concibe que una gestión de la higiene menstrual saludable y digna se da cuando “las niñas y mujeres usan un material de gestión menstrual limpio para absorber o recoger la sangre menstrual, que puede ser cambiado en privado tan frecuentemente como sea necesario durante el período menstrual, usando jabón y agua para lavar su cuerpo según lo requieran, y tienen acceso a instalaciones seguras y convenientes para desechar los materiales de gestión menstrual utilizados. Entienden los hechos básicos relacionados con el ciclo menstrual y cómo gestionarlo con dignidad y sin incomodidades o miedo.”
¿Se puede decir entonces que la higiene menstrual es un derecho humano? Lo cierto es que no es un derecho humano en sí mismo, pero está íntimamente relacionado con la capacidad de las personas para ejercer sus derechos .Una gestión menstrual saludable permite que las mujeres, niñas y personas que menstrúan accedan a sus derechos de educación, recreación, trabajo y salud.
Y en este punto nos tenemos que poner los anteojos violetas, porque es necesario entender la diversidad de realidades que existen en Argentina. Algunas mujeres y niñas encuentran dificultades para gestionar su menstruación porque carecen del entorno propicio para hacerlo, por ejemplo cuando tienen dificultades para acceder al agua, o no pueden acceder a los productos de gestión menstrual (PGM) debido a sus altos costos. Y eso conlleva que niñas y adolescentes falten a la escuela o a sus actividades recreativas, y que mujeres se ausenten de sus lugares de trabajo.
Por eso se plantea que la menstruación es un factor de desigualdad. La realidad es que los productos de gestión menstrual (PGM) representan un costo para las personas menstruantes, que son, a su vez, la porción de la sociedad con menores ingresos, mayores niveles de precarización, desempleo y pobreza. Y es necesario avanzar en políticas que garanticen un acceso equitativo a la gestión menstrual. En este sentido, en 2020 el Gobierno Nacional puso en marcha el Foro Nacional de Acciones para alcanzar la Justicia Menstrual, una mesa de trabajo interministerial en la que participan representantes de ministerios, organismos descentralizados, empresas del Estado, legisladoras nacionales, provinciales y municipales. Y Entre 2020 y 2021.Además, se sancionaron leyes de acceso igualitario a la gestión y salud menstrual en cuatro provincias (Tucumán, San Luis, Catamarca y Chaco) y se lanzaron programas de distribución gratuita de PGM y/o descuentos en las compras de estos productos en otras dos (La Rioja y Misiones). A nivel municipal, también se han presentado proyectos como el encabezado por Alicia Jara y Karina Gómez en Río Turbio, Santa Cruz.
La higiene menstrual, es uno de los derechos que nos falta.
Inka von Linden, área de Género de Radio Nacional Río Turbio
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