Nos encontramos en la calle, a doscientos metros del Club Los Ñires, cuya presidencia ejercía. Usamos nuestro auto como cabina de grabación esperando que abriera la carnicería.
El sapo –camarógrafo de toda la vida- acompañaba sus palabras con singulares miradas por las cuales se ganó su apodo, los ojos se agrandaban, parecía meter zoom y nos enfocaba en el momento que venían las preguntas.
Nos contó de su andar por Malvinas en días de guerra, de su cotidianidad en Canal 13, de las bochas y la arquería como actividades en auge.
De la suerte que tenemos los que vivimos en este sur, entre ellas viajar al norte cuando nos hace falta.
El otro título era: Un sapo llamado Norberto.