Un documento revelado la semana pasada por el diario español, El País, reconoce la intención del bloque comunitario de aumentar el compromiso multilateral con esta región, mientras a nivel global continúa la convulsión por el conflicto en Ucrania, la inflación generalizada y la crisis energética.
Este documento habría sido enviado a los ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros para advertir el retroceso de la influencia europea en muchos de los 33 países de la región latinoamericana en beneficio de Moscú y Pekín, que han aumentado tanto su influencia política como el monto de sus intereses económicos.
China es el gran inversor de la región. Multiplicó su participación en la zona por 26 entre los años 2000 y 2020, convirtiéndose en el primer o segundo socio comercial más importante de los países de Latinoamérica y Caribe, por delante de la UE y también de EE.UU.
El gigante asiático ya ha logrado desplazar a EE.UU. como primera potencia exportadora, con un 14 % del total mundial, y como primera potencia productora. Además, se calcula que será el mayor importador para 2026.
Las autoridades chinas han impulsado una red de relaciones con otros actores emergentes a nivel mundial, como el foro BRICS (junto a Brasil, India, Rusia y Sudáfrica), la Organización de Cooperación de Shanghái, el Banco Asiático de Inversiones en Infraestructura o la Nueva Ruta de la Seda.
Desde su propuesta en 2013, más de 100 países se han sumado a esta iniciativa, entre los que se encuentran 21 de los 33 Estados de América Latina y el Caribe, lo que supone un rotundo éxito. Además, Bolivia, Brasil, Chile, Perú y Venezuela son miembros del Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras.
El éxito chino se basa en que su estrategia responde al principio de no interferencia en los asuntos internos de otros Estados, el respeto a la soberanía e integridad territorial y a la promoción de beneficios mutuos. Una línea de actuación que la diferencia de las actuaciones de EE.UU. y de sus principales aliados, como la UE.
Por su parte, Moscú lleva tiempo intentando fortalecer su influencia en América Latina. El Gobierno de Vladímir Putin se ha acercado a los de países más importantes de la región como lo son Brasil y Argentina, y ha estrechado lazos con aliados tradicionales, como Venezuela o Cuba.
Uno de los pilares de la relación comercial entre Rusia y América Latina se fundó tras la anexión de Crimea en 2014. Luego de las sanciones impuestas entonces por la UE, Moscú giró la mirada a otras regiones para importar productos, como alimentos, que antes provenían de países del bloque comunitario.
La política ha hecho que la mayoría de la fruta, verdura y carne provenga de países como Argentina, Brasil o Uruguay. En el lado contrario, las exportaciones de Rusia hacia esta región se componen principalmente de petróleo, fertilizantes, carbón o trigo.
En 2020, América Latina exportó a Rusia insumos por valor de algo más de 5.000 millones de dólares (una cifra ligeramente inferior a la de las importaciones), muy alejada de los 66.000 millones de dólares enviados a EE.UU. o los 119.000 millones a China.
Fuente: Russia Today, Rusia
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