Resulta difícil empezar a escribir cuando el acontecimiento principal acaba de concluir. Todo conspira. Los gritos, los improvisados coros que desafinan, las estruendosas cornetas, las vuvuzelas y las bocinas, tan irritantes como siempre pero más prolongadas. Nada de eso importa, ahora, porque de nuevo, Argentina es campeón.
Argentina campeón. ?Campeón o campeona?. Todo indica que tanto el nombre del país como lo que llamamos selección es femenino, aunque sean varones los que juegan, sin embargo, si se trata de triunfo, decimos campeón. Y nadie sale a dar clases de gramática.
Hablar del partido sería redundar y además, anticiparnos a las miles de horas que quedan aún por delante, de especialistas, periodistas empecinados en decir que tenían razón. Acaso podremos sintetizar en algo que escuchamos todos demasiadas veces: no se puede ganar sin sufrimiento, Se cumplió. De un solvente y casi apabullante dos a cero al tiempo extendido y los penales. Si no tiene ribetes de tragedia, en la Argentina, no sirve. Así fue. Pero se dio.
Mientras las calles en las principales ciudades de la Argentina se transforman en hormigueros bajo la estricta mirada de drones, en las redes, el hormigueo digital sigue discutiendo desde perspectivas que involucran a politicos. Mufas, mafias, pifias, y medallas auto adjudicadas que nadie convalida. Sólo un detalle, en los mensajes, a la hora de hablar de la victoria, utilizan la primera persona del plural, somos campeones.
Otra discusión que aparece, y no ausente de documentos, es el irreductible giro que pegan algunos periodistas en sus juicios.
Lapidarios, prematuamente, crucificaron al director técnico y a sus ayudantes, pero ahora aparecen conmovidos y aplaudiendo palmariamente el desempeño de los mismos que denostaron anticipada e irrespetuosamente. No se trata de un presagio erróneo, solamente, esto delata que hay intereses que poco tienen que ver con el periodismo y el derecho a la información.
-Che. dejá eso y vení a festejar que salimos campeones- Esto lo pronuncia alguien que jamás siquiera pateó un globo en un cumpleaños infantil, pero está en su derecho, porque el fútbol en este acontecimiento, excede toda representación puntual. Más que una competencia, que un deporte, que un juego, que la afición de los que van a la cancha y mucho más que un formidable negocio, el mundial es todo.
Ni de protesta ni por apoyo a alguna gesta existe otro hecho que pueda reunir, o aglomerar a más argentinos. Es tal vez la única ocasión que un misionero o un jujeño tenga alguna conexión mental, cultural, emotiva en simultáneo con quien vive en Tierra del Fuego, dato que suena inútil si se continúa despolitizando a las ciudadanas y a los vecinos.
Hasta por la obstinada apatía de algunos, esos escasos que persisten en manifestar que no les interesa el fútbol, este acontecimiento, propicia un diálogo cuando no un debate.
En las viejas redacciones resurge la figura de Borges achacándole al fútbol irracionalidad e insensatez y a la vez el recuerdo desnuda el profundo desprecio del erudito porteño que alguna vez dijo que el fútbol es popular porque la estupidez es popular.
Sin embargo, desatentas a los artículos de opinión pero evocando con enorme alegría la finta inexplicable de Messi y la providencial atajada del Dibu Martinez, siguen las columnas de manifestantes avanzando, sin un mapa ni con ayuda del g.p.s. porque no importa muy bien adónde, ni por cuánto tiempo y tampoco, esta vez y sólo esta vez, comparen si la camiseta que lleva el de al lado es la original o la trucha.
Todas las cábalas funcionaron. Las caprichosas similitudes, desde las más irrelevantes hasta las más hirientes, daban esperanza. Cada vez que la seleccion alcanzó el mayor de los logros del mundo, ocupaba la casa Rosada, ilegitimamente uno y legítimamente los otros, un presidente que usaba bigote durante el mandato. Tanto en 1978, como en 1986 y hoy, la inflación ocupaba los primeros puestos en el ranking de preocupaciones, y de igual manera, los dos grandes periódicos de circulación nacional, antes y durante el torneo, se esmeraron para erosionar la esperanza de los argentinos y argentinas, criticando de manera aviesa, cuando no al cuerpo técnico a los jugadores, para luego dar generoso despliegue en tapa al “somos campeones”
Por tercera vez en la historia, Argentina se queda con la copa mundial. Las diferencias con las dos anteriores son inacabables. Tanto en lo estrictamente deportivo, como en la epoca, final de primavera vestida de verano y, sin dudas, en lo política
Un extraño fenómeno colectivo en el que apenas un puñado de 30 jóvenes conquista la atención de millones y esta vez, después de sobresaltos, entrega, talento, desparpajo, ambición, esos treinta vulgares argentinos comparten y convidan alegría a esos otros que aun escucho cantar, que no deben ser demasiados, si no he contado mal, algo más de 45 millones.
Tal como es la consigna,Vamos Argentina. Sólo deberemos definir cuándo y hacia adonde.
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Muchas Gracias, Lunes a viernes de 8 a 12h
Conducción: Ariel Robert, Emilio Vera Da Souza.
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Locución: Eduardo Piquemal, Natalia Pautasso
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Colaboradores: Elena Quintero y Pedro Saborido.
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