La política es un espectáculo en el que todas y todos somos protagonistas.
Los fantasmas, tan afines a escabullirse por las galerías internas en los teatros, esta vez agitan los telones del olvido.
En la “Sala Mayor”, setenta y tres años atrás, culminaba el Primer Congreso Nacional de Filosofía, con una memorable disertación del Presidente de la Argentina, Juan Perón.
La iniciativa surgida de la Universidad Nacional de Cuyo concluyó siendo auspiciada por el gobierno nacional, ampliando el proyecto original y otorgándole un rango nacional, pero con presencia de exponentes de varios países de habla hispana.
Así como se dice que “goles son amores”, en política, el verdadero amor puede detectarse en los recursos que se asignan para tal o cual actividad.
En aquella Mendoza, gobernada entonces por Blas Brisoli, la Facultad de Filosofía de la Universidad Nacional de Cuyo, contó con dineros y colaboración organizativa desde el Poder Ejecutivo del Estado Nacional. La odiosa comparación duele. Hace algunos días, supimos que el Poder Ejecutivo de la Provincia de Mendoza, también auxiliaba económicamente pero a ninguna universidad, y mucho menos para realizar un encuentro de filosofía, sino a la Sociedad Rural Argentina, filial Mendoza, para una reunión de vaya a saber qué patrones de estancia, de ignorada estatura intelectual y apetencias rentísticas difíciles de coincidir con la matriz productiva de aquí.
El corolario de ese congreso fue el texto que consagra los principios del peronismo, resumido bajo el título “La Comunidad Organizada”, y pronunciado en el elegante teatro Independencia de la ciudad de Mendoza
Cuando resulta complejo -y en ocasiones peor que incómodo por las contradicciones fácticas-sintetizar qué significa “el peronismo” (aunque el título partidario haya elegido por nombre “Justicialismo”) bastaría con repasar este discurso, en el que Perón planteó las bases de lo que se denominó entonces como “tercera posición”, no sólo como categoría internacional sino como plataforma para el contrato social intestino.
El mismo Perón señala que, frente a un auditorio de tanta elevación académica, resultaría absurdo pretender una teorización clásica filosófica, sin embargo, no se priva de ir argumentando su propuesta política, haciendo un recorrido que va desde los presocráticos hasta aquella actualidad, la de 1949, en la que se repartían el mundo en dos.
Su inocultable admiración por la figura de Alejandro Magno, lo llevó beber las ideas de Aristóteles (la única verdad es la realidad), influencia que no le impidió mirar con un sentido más amplio y contemporáneo, lo que consideraría una concepción integral e integrada del hombre y su mundo, de lo humano (hombre y mujer) desde y con la naturaleza.
En los distintos pasajes de la proposición, sin subterfugios, expresa la definición filosófica que sirve de soporte para el proyecto político que la Argentina vivía por entonces.
Apenas unos días antes, había concluido la Asamblea de la Convención Constituyente para consagrar la Constitución de 1949, una Carta Magna que produjo mucho más que simples modificaciones al andamiaje jurídico, pero que ha sido (misteriosamente) ignorada tanto por extraños como por propios.
Retornando al tema de este congreso, que en Mendoza –exceptuando a la actual Facultad de Filosofía y Letras que lo tiene en agenda- se soslaye esta fecha, es un fuerte indicativo de lo que en varios capítulos denuncia Perón sobre las imposiciones culturales y la colonización mental que insinúa.
El discurso de cierre del Congreso “La Comunidad Organizada” ,que podría interpretarse como un sincretismo filosófico, define una idea de país, pero también, de sociedad . Plantea como no lo ha hecho ninguna otra expresión partidaria de la Argentina, los fundamentos conceptuales de qué, por qué y para qué debe servir la política.
Expone uno de los posibles caminos, el de un individuo trascendente inexorablemente ligado a su comunidad, y a la reciprocidad social en beneficio de las aspiraciones y expectativas de las personas, estrechamente vinculadas a su ambiente, a su ámbito natural y cultural.
El mundo por entonces asistía al debate binario –casi fanático- entre capitalismo y marxismo, alimentando una perspectiva materialista de consumo y funcional, o centrándose en un humano alejado de un propósito de superación colectiva. Las dos opciones, impuestas desde la concentración del poder, terminaban ofreciendo una misma posibilidad: sometimiento en la búsqueda de un objetivo ajeno, desesperanza y la alienación acrítica de los ciudadanos.
Elige Perón en su discurso de cierre para concluir, a dos pensadores distintos y distantes.
Baruch Spinoza,(1632 -1677) filósofo neerlandés que supo conjugar materialismo y metafísica, aquél que -aunque continuador del pensamiento de Descartes- desactivó la idea dualista de “naturaleza y pensamiento” y planteó lo indivisible de ambas perspectivas. Spinoza sostuvo que la razón debe prevalecer sobre las pasiones, y que las sociedades alcanzarían su estado de emancipación una vez que adquiriesen la educación pertinente, concibiendo (como él) a la Naturaleza como el Dios omnipresente por lugar y tiempo
En la Comunidad Organizada, Perón incluye también -de manera condensada-el pensamiento del escritor, pedagogo, filósofo, primer premio Nobel de Literatura indio, Tagore. De él escoge su ideario sobre la defensa de las particularidades de los pueblos, la soberanía pacífica y cómo el acervo cultural debe atravesar a la educación, quitándole el mecanicismo utilitario que en el Occidente se impartía e imperaba.
Palabras versus hechos. Hechos versus palabras. También suele ser una falsa dicotomía. La palabra es el gatillo de la acción, sentenció otro pensador.
Pocos meses después de este congreso, mediante el decreto 29.337, Perón establece el acceso gratuito al estudio superior universitario. Datos, no opiniones. De 47 mil estudiantes universitarios en 1945, esta medida propició que en 1955 la matrícula universitaria en Argentina alcanzara a 138.317, entre alumnas y alumnos.
Hemos escuchado y leído innumerables veces que todos los males de este país tienen raíz en el peronismo. También vemos, leemos o peor, ni vemos ni leemos a muchas personas que prosperan individualmente bajo la confortable sombra del sello justicialista, pero en nada se aproximan a las propuestas de este documento, la Comunidad Organizada. A las dos facciones, simplemente, queremos convocarlos para que se acerquen, se sacudan los prejuicios, eviten la amnesia voluntaria e ingresen y descubran que existe una Historia con mayúscula, y que aunque pretendan sepultarla en el olvido, aunque sea un tímido fantasma se encargará de ponerla en consideración. Podrán descubrir que no se trata de nostalgia, melancolía ni devoción por el pasado, se trata del presente y de un posible mejor futuro.