La mayoría de los adultos desconocen el daño que provocan a niños, pre adolescentes y adolescentes discusiones muy subidas de tono y hasta las peleas que protagonizan con su pareja.
Esas cabecitas solo conciben un mundo ideal; No entienden, ni aceptan por dolorosos, los desencuentros entre mamá y papá. Menos aún si están teñidos de violencia verbal, moral y/o física.
Sin exageraciones, es un drama porque empañan los estadios más hermosos: esos donde la vida es bella por juegos, fantasías, nuevas experiencias afectivas y sensaciones.
La desdicha por la frecuencia de las disputas los desestabiliza emocionalmente y los vuelve vulnerables. Todo se agrava si también son víctimas de agresiones. En cualquier caso, absorben sin tener altas las defensas como para evitar que el virus de la violencia los afecte. Si es así, se estarán formando seres espejo de sus progenitores.
A propósito de éste tema, mañana es el día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Pero la violencia no es excluyente: en el seno de una familia, los excesos no distinguen sexo ni edad; Cualquiera puede ser blanco de conductas irascibles e inhumanas, incluyendo a mayores y ancianos víctimas de menores y jóvenes.
Con el acento puesto en el género, pero comprendiendo a todo tipo de relaciones, la jornada será oportuna para comenzar a afrontar el desafío individual y colectivo que tenga como consigna, de mínima, bajar los niveles de violencia.
No nos permitamos retroceder en lo humano. No nos quedemos en el papel de víctimas. Tenemos raciocinio y debemos usarlo contra quienes, al pretender imponerse por la fuerza, solo ponen en evidencia carencia y debilidad moral.
Por Roberto A. Bravo
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