COMENTARIO

Educación, ajustes y derechos

Vivimos en un país que está complicado. En una sola cosa coincidimos dirigentes y ciudadanos: sabemos que estamos en crisis. Partiendo de esa base, las discusiones acerca de qué nos llevó a este estado de cosas abre las innumerables y muchas veces improductivas discusiones a las que habitualmente hacemos referencia en este espacio. Sin embargo, ninguna de las partes en pugna, los constructores de “la grieta”, los “K”, los macristas, los de izquierda, en definitiva, nadie, parece ser capaz de brindar soluciones y respuestas sólidas a esta crítica situación.
La semana pasada, un par de polémicas en el ámbito educativo volvieron a crispar los ánimos de una parte importante de la sociedad. A nivel nacional, el conflicto que mantienen los docentes de las 57 universidades nacionales por la injusta –hay que decirlo- equiparación de sus salarios con el costo de vida deparó tres semanas de huelga que imposibilitaron el reinicio de las clases tras el receso invernal.
En Mendoza, en tanto, una resolución de la Dirección General de Escuelas respecto a los institutos terciarios que sostiene el Gobierno provincial también generó la protesta de docentes y alumnos, que la observan como una amenaza presente y futura a sus carreras.
Las explicaciones de quienes deciden las medidas han sido variadas, pero con un punto en común: la crisis económica y la necesidad de “ajuste” para luchar contra el déficit fiscal que los gobiernos dicen estar obligados a hacer.
Todos sabemos los penosos resultados que puede generar la falta de educación en una sociedad. También tenemos claro –o eso queremos pensar- que quienes toman las decisiones dirigenciales en nuestras sociedades saben que el derecho a la educación se encuentra plasmado en nuestra Constitución Nacional, en igualdad de condiciones que el derecho a un nivel de vida adecuado, a la alimentación, a la vivienda digna, a la salud, al trabajo, a la libertad sindical, a la seguridad social y a la protección familiar, entre otros. Y que su incumplimiento también puede, eventualmente, ser demandado por Dios y por la Patria.



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