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Declarado Personalidad de la Cultura por la legislatura porteña

Lito Vitale fue declarado "Personalidad de la cultura" por la Legislatura porteña. En un evento realizado el viernes pasado en el escenario de la Usina del Arte, el pianista y productor fue homenajeado no solo por la Ciudad sino tambien por artistas como León Gieco, Sandra Mihanovich, Willy Quiroga, Ricardo Soulé, Emilio del Guercio, Teresa Parodi, Nacha Guevara, Liliana Vitale, Hilda Lizarazu, Juan Carlos Baglietto, Alejandro Medina, Víctor Heredia, Kevin Johansen, Luis Salinas y Mex Urtizberea, entre otros.

El fecha coincidió con el aniversario de muerte de su padre y es por eso que Liliana Vitale, hermana de Lito, fue la encargada del emotivo discurso que a continuación podes leer:

 

TEJIDO CONECTIVO

 

  • ¡Lito! ¿Puedo decir unas palabras?
  • Bueno, dale, pero no hables de mí… hablá de todos los que van a ir que son todas personalidades destacadas de la cultura. Hablá de papá…

 

Sí, por supuesto… hoy es 27 de octubre y se cumplen diez años que se fue DonVi “intentando atrapar las espaldas del cielo”. Por eso estamos acá en este día, no por Lito Vitale, de ninguna manera. Él debe estar soldando cables para que todo funcione bien. Igual que siempre, que antes, igual que en Villa Adelina. Estará cambiándole un parche a la batería, afinándole el bajo al grupo Manzana. Conectando todo para que cuando lleguen a ensayar ya esté sonando. Está sacando alguna de las músicas que estamos por tocar. Está escuchando, está escuchándonos.

 

Percibir el sonido pide apertura, es 360. Hay que estar abierto para lo polifónico, hay que bajar los mecanismos de defensa. Escuchar a la vez la batería, la voz, los bajos, la armonía, y sentir cómo conviven, es algo maravilloso. Si hablamos todos a la vez eso no pasa, no nos entendemos. Todo lo contrario. Hay que callarse para escuchar las palabras del otro, hay que parar para entender la lógica de los argumentos. Las verdades relativas. En la música, expresarnos y escucharnos sucede en forma simultánea. La música es una forma de amor que salta todas las barreras y nos invita a danzar y nos hamaca porque es el mar en el que nos movemos, es el líquido amniótico, es lo que está entre nosotros.

 

No me deja hablar de él… así que hablo de la música, que es un mar para todos.

 

Ahora que está de moda conocer sobre las funciones del cerebro y las capacidades infinitas que tiene nuestro sistema perceptivo, nuestra conciencia, veo a ese niño de tres años sentado al piano sintetizando el mundo que lo rodeaba, con ambas manos, abierto, receptivo y periférico. Holístico. Simultáneo. Sin necesidad de ninguna explicación. Sólo jugando con inteligencia y gracia a ese juego que trasciende los tiempos y las formas de gobierno, que no pierde sentido. La música.

Parece que es el hemisferio derecho el que sabe todo eso.

El izquierdo es el que habla y escribe y entiende las cosas de a una.

Lito se resistió todo lo que pudo a escolarizarse. En honor a la verdad, con el apoyo de  Donvi y Esther, estiró el tiempo de su libertad. Tardíamente aprendió a leer y nunca le gustó mucho. Pero lo que jamás dejó de hacer con pasión fue escuchar, inventar, aprender y compartir todas las músicas que se le cruzaron por el camino. Esa enorme sabiduría intuitiva supieron ver, respetar y estimular, nuestros viejos.

 

Porque no me olvido que tengo que hablar de DonVi. Y de Esther.

Es que fueron los dos los que apoyaron su decisión de no cortarse el pelo, como exigían en el colegio, cuando comenzaba el secundario en plena dictadura. Vinimos los cuatro al centro a comprar una peluca de pelo corto y al otro así se presentó. El rector lo felicitó por haberse cortado el pelo, pero en el primer recreo ya volaba la peluca por todos lados, de mano en mano. ¿Conectándonos? ¿Sincerándonos?

 

Aquí una autocrítica. Yo fui la que insistió en que hiciera el secundario. Lo levantaba, le hacía la leche y le ponía la peluca, pero eso duró solo unos meses.

Ya conocíamos a los Cerviño, enseguida a Alberto Muñoz, al toque nació el grupo MIA, y ya nada pudo parar ese impulso de vivir tocando las veinticuatro horas y hacer sonar mejor toda la nueva música que se le acercaba.

Lito, sé que me pediste que hablara de papá porque hoy es 27 de octubre y porque fue él el que nos pasó el corazón y la técnica de los pases cortos.

 

Con mi hermano nunca nos peleamos. Creo que hoy discutimos más que antes y delante de todos porque sabemos que somos aliados para siempre y no estamos poniendo en riesgo nada importante. Es que yo me autopercibo peronista y él no.

Es una risa esa micro polarización intrafamiliar que nos recuerda que somos lo mismo.

De chicos éramos el ejemplo que ponían otras madres para mostrarle a sus hijes que se podía ser hermanos y no pelearse. Incómodo para nosotros. Porque el bajo perfil siempre fue una opción, quizás para contrapesar la incorrección de esos pioneros desaforados que fueron nuestros viejos. Irreverentes y enamorados, no tenían límites para imaginar, pero sobre todo nos enseñaron cómo concretar. O sea, cómo poner la capacidad de trabajo al servicio de los sueños. La imaginación al poder, sin miedo a ninguna de las dos palabras. Y sin que entren en contradicción. Hoy es 27 de octubre.

 

Tranquilo… sigo hablando de lo que te formó, no de vos, de lo que nos crió, de lo generás a cada paso sin especular y sin mirar atrás, no de vos.

Dicen que lo que uno extraña de lo que ama es la forma en que es cuando está al lado del otro, eso que descubrís en vos junto a esa presencia que te permite soltarte y abrirte a lugares impensados.

No hablo de vos, sino de lo que sienten Baglietto o Sandra o todos los cantantes cuando los acompañás; o Lucho González y tantos músicos cuando celebran la música juntos. Lo que siente tu amor cuando te reís. Tus hijes cuando cocinás. La cena familiar que te celebra en la cabecera a agenda abierta, sin tabúes. Hablo de lo que sentimos hoy acá tratando de no hablar de vos ni de tu generosidad a toda prueba.

 

Sólo tu camino sin final sabe cómo entendiste el mundo mucho mejor que los que fuimos abanderados; cómo el estar conectado con esa capacidad ecuménica que brinda la música hizo que tu inteligencia práctica se desarrollara hasta límites que no conocemos; cómo todo lo que hacés mejora el mundo. Cómo te transformaste tantas veces para seguir siendo el mismo, el de Villa Adelina.

No, no sos una estrella. No sos ególatra ni autoritario ni ambicioso ni mitómano ni autoreferencial.  No trabajás de famoso, trabajás de músico.

 

Un secreto acá. El año pasado, cuando cumplió 60, le mande a hacer de regalo una estampita de San Lito, Patrono del Trabajo de la Persona Música. Un chiste. Tenía una foto preciosa con un diseño de estampita y del otro lado una Oración para que el músico pudiera orar: “Dignifícanos con un trabajo, la sabiduría al elegirlo o la creatividad para inventarlo”, “Condúcenos al sitio donde vibrar en sintonía sea lo natural”, “Recuérdanos que la música sucede en el aire y no es algo escrito en una hoja de papel”, etc… todas enseñanzas de DonVi. Era un chiste, era en serio, pero era un chiste. Casi que se ofendió, le pareció incómodo e innecesario. Fue mucho para su bajo perfil alto. Me quedé con quinientas estampitas de clavo, pero respeté su decisión de no ser santificado.

 

El don puesto al servicio de la comunidad desarrolla la inteligencia colectiva.

Insisto, no hablo de vos. Sino del pan y el techo, del trabajo que seguís generando para tantos y tantas.

 

Un día la gran Delphi, madre de mi querida cuñataí Hilda Lizarazu, dijo como al pasar, como pensando en voz alta, algo que quedó resonando en mí: “Es tejido conectivo”.

 

Si, hermano querido, entendimos desde siempre que somos parte de un todo. Y que en éste nuestro cuerpo social cada uno tiene una función, una misión. Quizás te toca ser una célula de la piel, o de los ojos, o una pestaña. O el tejido conectivo, ese que une, el que vincula, el que ignora la fragmentación y devuelve el alma al cuerpo.

 

Exagerado y expansivo, más es más, gran anfitrión, su energía incansable y su capacidad de trabajo pueden a veces resultar demasiado. Pero no hay esfuerzo ahí, él está simplemente siendo como es, suelto y líquido, tomando la forma del espacio que hay entre nosotres, como buen tejido conectivo.

 

Las últimas palabras las reservo para nuestra madre que, según decía DonVi con amorosa resignación, tenía razón el 98 % de las veces.

Esther Soto fumaba, lo miraba en acción y decía: “¡Es el océano!”

Recién lo entendí… escribiendo pensando esto. ¡Es el océano!

Es como la música, es un mar para todos.

El mar en el que somos lo mismo.

 

Te quiero

¡Aguante DonVi!

Gracias por ser mi hermano

¡Gracias por la unión Lito Vitale!

Liliana Vitale.