Carlos Heller fue vicepresidente de Boca y su nombre está fuertemente ligado a la institución. Sin embargo, su pasión por el club nació como un acto contestatario: quería llevarle la contra a sus hermanos mayores. No fue hasta el superclásico de 1953, en cancha de River, cuando descubrió que su fanatismo por Boca era real.
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Heller había llegado hacía pocos años a Buenos Aires. Boca perdía por 2 a 1 y era ampliamente superado por River. Sobre el final del partido, una mala salida de Amadeo Carrizo le dio el empate al Xeneize. Minutos después, Rolando, el 9 de Boca, roba la pelota, gambetea al arquero Millonario y se mete en el arco con pelota y todo. El delantero festeja agarrado a la red, y todos sus compañeros llegan para acompañarlo en la celebración.
Esa imagen lo impactó, y es la primera que recuerda cuando le preguntan por su infancia y el fútbol.
Varios años después, decidió involucrarse en la política Xeneize. El club no atravesaba un buen momento económico, y desde el club lo convocaron para dar una mano. Tras la intervención del club, un acuerdo llevó a Antonio Alegre a la presidencia de Boca y el fundador del Banco Credicoop lo acompañó como vicepresidente.
En una extensa charla con Radio Nacional, el actual diputado nacional recuerda su infancia en Villa Domínguez, Entre Ríos, donde nació, se niega a hacer comparaciones entre Messi y Maradona -"son incomparables, cada uno en su época"-, y, por supuesto, deja algunas definiciones sobre la actualidad política y económica.
"Los medios repetían que el default era inevitable. Resulta la negociación, dejó de ser un problema y entonces apareció un reclamo absurdo de devaluación, cuando los ortodoxos más ortodoxos reconocen que no hay un escenario devaluatorio", sostiene, y subraya: "No hay una forma más rápida y fácil de ajustar que devaluar".
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