El 16 de junio de 1955, aviones de la Marina y de la Fuerza Aérea, con la complicidad de sectores políticos y eclesiásticos, llevaron adelante un ataque sobre la Plaza de Mayo y otros puntos del centro de la ciudad de Buenos Aires.
El objetivo era sembrar el terror y derrocar al gobierno constitucional del general Juan Domingo Perón y, aquellas acciones, causaron 350 muertes y más de mil heridos.
Un año antes, el peronismo había triunfado en elecciones generales que se celebraron para elegir vicepresidente y cubrir la vacante generada en el cargo por la muerte de Hortensio Quijano.
El gobierno buscaba respaldo popular ante un frente opositor creciente compuesto por la Iglesia Católica, la Sociedad Rural, y amplios sectores de las Fuerzas Armadas, principalmente la Marina.
En aquellos comicios, el oficialismo se impuso con el 62,54% de los votos y quedó claro que Perón no podría ser derrotado en las urnas.
Pese a la crisis económica, el peronismo mantenía la distribución del ingreso beneficiosa para los asalariados y los sectores empresarios sumaban sus voces al descontento ante el rol protagónico que jugaba la CGT en la economía nacional.
Como parte de un creciente enfrentamiento con la Iglesia, el gobierno había impulsado en 1954 una ley de divorcio, y unos meses después se suprimió la enseñanza religiosa en las escuelas públicas.
En abril de 1955, 200 mil católicos se movilizaron a Plaza Mayo en el marco de la celebración de Corpus Christi, hecho político que entusiasmó a los golpistas.
Durante la concentración, un grupo que jamás resultó identificado, quemó una bandera argentina, y el gobierno decidió que la insignia patria fuese "desagraviada" con una parada militar en Plaza de Mayo, el 16 de junio.
En aquel jueves nublado y frío, una multitud contemplaba el desfile militar cuando a las 12.40, el cielo se ensombreció ante la presencia de 40 aviones de la Aviación naval y de la Fuerza Aérea que comenzaron a dejar caer bombas sobre la repleta Plaza de Mayo y la Casa Rosada.
Los aparatos llevaban dibujados en su fuselaje la insignia "Cristo Vence", y en la primera de sus oleadas, una de las bombas impactó de lleno contra un trolebús repleto de pasajeros.
Perón se refugió en los subsuelos del edificio Libertador y consiguió salvar su vida, mientras en las calles, la CGT movilizaba columnas a la Plaza y los sediciosos realizaban tres oleadas más de bombardeos.
El bombardeo cesó a las 17.40 y los atacantes huyeron a Uruguay, donde fueron recibidos por el presidente Luis Batlle, que les concedió asilo político.
Las tropas del Ejército que permanecían leales a Perón sofocaron el levantamiento por la tarde, cercando a los alzados en el Ministerio de Marina, que se rindieron, lo que implicó el fracaso del golpe.
Por la noche, Perón pronunció un discurso pacificador que se emitió por cadena nacional de radio y televisión e instruyó la formación de un Consejo de Guerra para juzgar a los golpistas.
Entre los acusados figuraba el teniente de navío Eduardo Emilio Massera, quien años más tarde, integraría en calidad de Almirante la Junta Militar que, en 1976 se hizo del poder y perpetró un genocidio.
En agosto de 1955, el Consejo de Guerra declaró culpables a los principales cabecillas de la rebelión pero el gobierno no pudo sofocar el clima insurreccional dentro de la Fuerzas Armadas.
Finalmente, el 16 de septiembre, los golpistas se imponían tras días de enfrentamientos y Perón partía a un exilio que se prolongó hasta 1972.
La autodenominada Revolución Libertadora tomó el poder; proscribió al peronismo y comenzó a ejercer una dura represión hacia los trabajadores, que alcanzó su clímax durante los fusilamientos de 1956.
Recordamos aquellos hechos a partir de testimonios conservados en el Archivo Histórico de Radio Nacional.
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