Es un dicho popular y antiquísimo entre otros tantos. Significa algo que se quiere oír y que alegra al escucharlo.
Otro, por ejemplo, es aquel que sentencia: “La música amansa a las fieras”. Cuentan que tiene su origen en la leyenda de Orfeo, poeta y músico griego, que poseía un canto y una forma de tocar la lira que aplacaba a las fieras más salvajes.
Aún más atrás en el tiempo, el hombre primitivo expresaba sus estados de ánimo emitiendo sonidos guturales que imitaban a los de la fauna que lo acompañaba: pájaros, monos, fieras.
En la era contemporánea, la ciencia ha comprobado la capacidad tranquilizadora de la música. Los acordes, cual bálsamo, apaciguan los espíritus, serenan y crean un ambiente distendido.
E, indudablemente, la música está ligada de modo indisoluble a los sentimientos. Bebés que quieren teta, o simplemente están molestos, pueden conciliar el sueño al arrullo paciente de mamá que canturrea. Niños alegres hacen sus rondas al compás de canciones que perduran a través de los tiempos.
Adolescentes viven ese tiempo dorado acompañados por la música; caminando solitarios, departiendo en grupo, bailando y ¡Hasta estudiando! (Cómo hacen es otra cosa…).
Y ¿A quién no lo flechó Cupido envuelto en canciones y se enamoró? Amor que, cuando se sella, reemplaza los hits por la marcha nupcial.
Hoy, en el día de la música, millones de argentinos y de otras nacionalidades queremos oír algo placentero: que han encontrado al Submarino ARA San Juan.
“Será Música para mis Oídos”.
Por Roberto A. Bravo
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