El acordeonista, conversó con Adrián Noriega, recordó parte de su historia, su infancia y el amor de su padre por la música que lo acercó a ese instrumento tan característico del Chamamé.
“En Casa América mi papá, que tocaba la guitarra, me compró mi primer acordeón y aprendí rápido y a la tarde, a la hora del mate, tocábamos y el me ayudaba a mejorar la música”.
"Con los años mi papá me presentó un amigo, Ramón Estigarribia, “El yaguareté de las selvas correntinas”, oriundo de Curuzú Cuatiá; viéndolo a él aprendí música, yo no sé leer música, yo aprendí de oído”.
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