Este fin de semana fue el aniversario de una fecha “noventista”. La rescato porque, se dice, “volvieron los noventa”. Pero cuando se dice que volvieron los noventa hay que preguntar “qué noventas”. Porque hoy se vuelve a hablar de esa década por la admiración del Presidente Milei al expresidente Carlos Menem. Por los parecidos que economistas trazan entre la convertibilidad de Cavallo y la dolarización de Milei. Por la palabra “ajuste”. Ajuste fue una de las palabras que definieron a la década del noventa y lo mismo ocurre hoy.
Pero hay otros “noventas”. Me refiero a los noventas que enfrentaron al ajuste hasta derrotarlo en el 2001 que también caracterizaron a aquellos años.
Por este motivo recordamos el 30 aniversario Santiagueñazo, que ocurrió el 16 y 17 de diciembre de 1993.
Decía que este año, este 2023, empezó una revalorización de la década del 90. Fue desde el triunfo de La libertad avanza en el balotaje, más o menos. Pero se dice década del 90 y se dice, se entiende, reitero, convertibilidad, privatizaciones, neoliberalismo, ajuste. Estos hechos hoy son celebrados y efectivamente ocurrieron durante la década menemista extendida por la Alianza, promovidos por las superestructuras políticas de esa década. Pero hubo otros años 90, que se desarrollaron abajo y en contra de esa hegemonía neoliberal hoy celebrada.
Hubo unos noventas en contra del ajuste y de esa hegemonía. Santiago del Estero, hace 30 años, atravesaba una crisis total. La provincia no pagaba los sueldos de los empleados públicos hacía tres meses. Algo que -se dice- puede ocurrir en un futuro inmediato. Y si ocurre – también se dice- no importa porque son parásitos que viven del Estado.
Un mes antes el gobierno nacional había aprobado una “Ley Ómnibus”. Uno de los artículos de esta ley le exigía al gobierno provincial, textual “la disponibilidad de todo el personal del Estado Provincial y el cese inmediato del personal que no haya alcanzado a la fecha presente, un año de antigüedad”. La ley y el artículo suenan presentes.
Esto se quiso hacer y en gran medida se hizo desde arriba. Y por abajo, la respuesta fue una sublevación social.
La provincia más antigua del país y en apariencia conservadora vivió dos días de rebelión popular que derrocó al gobernador Fernando Lobo.
El Santiagueñazo tuvo mucho de simbólico. Destruyó todos los símbolos de “la casta” santiagueña de ese momento. Por ejemplo, más de 5.000 empleados públicos saquearon a las casas de más de una docena de funcionarios y dirigentes sindicales de ese entonces. Quemaron los edificios de los tres poderes del Estado.
La rebelión no fue convocada por ningún sindicato ni central obrera. Fue iniciativa de trabajadores municipales autoconvocados y de docentes. Se unieron los centros de estudiantes de escuelas secundarias y trabajadores de la salud.
En ese año, 1993, en el sur, se privatizó YPF. Además de la pérdida en términos de soberanía energética, el resultado fue miles de empleados que quedaron literalmente en la calle. Estos desocupados, 1996 protagonizaron otra gran pueblada conocida como el “Cutralcazo”.
Los años noventa hoy son sinónimo de ajuste neoliberal. Y por esto se los celebra. El 30 aniversario del santiagueñazo nos recuerda que, además, esos noventas hegemónicos produjeron, como suele ocurrir, su negación contrahegemónica.
El santiagueñazo nos recuerda que aquellas acciones desde arriba tuvieron sus reacciones abajo.
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