La hermana Theresa Varela dejó Cabo Verde, en África para trabajar por los chicos de San Marcos Sierra.
Una niña llorando por un sachet de leche porque sino la iban a matar fue lo que despertó su necesidad de misionar por los pequeños desamparados y hoy Theresa dirige la Fundación Misión Esperanza.
Lleva en su alma desde siempre, el deseo de ser madre, sin embargo, aunque pensó en casarse y "tener 30 hijos", según ella misma cuenta, fue más fuerte lo que percibió como el llamado de Dios.
Theresa nos cuenta su historia y algunas de las anécdotas más sorprendentes que le tocó vivir.
En la segunda parte del programa nos visita Juan Pablo Rodríguez, quien empezó con una acción puntual y terminó creando una fundación.
Del Cosquín Rock al hospital de niños, pasando por zonas vulnerables.
Hace casi cuatro años tuvo un quiebre personal y decidió echar mano a su habilidad -la de tatuar- para ayudar a otros. ¿Qué le pasó? A las 3 de la mañana de un miércoles (nunca olvidará el día y la hora) encontró el cuaderno de su hijo de 11 años. Leyó "odio a mi papá"; el mundo se le vino abajo.
Tenía unas máquinas de tatuar porque había trabajado en eso y era dueño de un local de ropa: "Como faltaba poco para navidad tenía todo el capital ahí y se me ocurrió tatuar a cambio de juguetes".
Fue a Belgrano, su club, y lanzó la campaña. Hizo 200 tatuajes y consiguió los regalos para llevar a los chicos.
Como la historia trascendió, la gente empezó a llevarle donaciones que fueron al norte de la provincia, una zona muy pobre. Pensó que su propósito estaba cumplido, pero la ola no paró. Se convirtió en el tatuador de Cosquín Rock, el mayor festival del país, que se hace cada febrero en Santa María de Punilla. Hicieron 400 grabados.
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