El BRICS concreta el principal mecanismo para proyectar una nueva ronda de reforma del sistema de gobernanza mundial, marcada por la ampliación del protagonismo del Sur Global, una tarea que China se plantea aplicando la misma fórmula procedimental que hizo posible el triunfo, contra pronóstico, de su propia revolución: del campo a la ciudad, de la periferia al centro, del Sur al Norte.
A los países desarrollados del Norte se les conmina a participar de un desarrollo justo, basado también en el respeto a la libre elección del modelo y en el cumplimiento de los compromisos asumidos, un ámbito en el que proliferan los reproches. Para muchos, China es la alternativa, menos exigente y más generosa, pero también con enseñanzas más cercanas en virtud de su propia condición de país en desarrollo exitoso en su transformación.
Los BRICS ejemplifican la plataforma de cooperación más importante para las economías emergentes y los países en desarrollo, permitiéndoles abandonar la periferia de forma progresiva. Y es China, comprometida con la cooperación Sur-Sur y el diálogo Norte-Sur, quien aporta el plus necesario para situar dicho foro como exponente creíble de un multilateralismo dinámico y transformador.
En tiempos de geopolítica en creciente tensión, China ofrece un enfoque diplomático alternativo, innovación institucional, comercio, infraestructura, tecnología a la vanguardia y finanzas, estimulando la creencia de un ciclo de crecimiento y transformación de las economías de estos países siguiendo su estela y con su apoyo.
Las contradicciones y problemas que puedan surgir dejan un final abierto, pero los BRICS han dejado de ser una alternativa hipotética para convertirse en otra pata de la mesa de ese orden internacional emergente que evoluciona de posibilidad a realidad.
Por Xulio Ríos, asesor emérito del Observatorio de la Política China
Fuente: El País, España
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