Córdoba hizo un aporte a la ordinariez de la ya ordinaria derecha argentina. Desde acá solemos subrayar cuán inculta es nuestra derecha. Usamos la oposición “culto – inculto”, “ordinario” (en el sentido de mal gusto) y “fino”, que suena elitista y con razón, en forma deliberada. Lo hacemos porque supuestamente “lo fino” estaría arriba y lo vulgar abajo. Y no es así. También con la intención de contrastar la ignorancia, vulgaridad de las derechas actuales con las clases altas del siglo pasado, que establecían la distinción entre “alta cultura” y “baja cultura” y se apropiaban de la alta cultura entendida como el conocimiento y disfrute de las producciones artísticas y culturales más refinadas. Música clásica, teatro, literatura; artes plásticas, pintura; historia, filosofía, etc. Sus estrategias de distinción respecto de lo popular, de lo plebeyo pasaban por acá. Pero además, estas oligarquías tenían expresiones intelectuales, artísticas efectivamente cultas en el sentido restringido del término. Hoy tenemos una alta burguesía iletrada, vulgar.
La oligarquía argentina del Siglo XX la tuvo a Victoria Ocampo y la revista Sur. El antiperonismo de la época tuvo a figuras como Julio Cortázar, Exequiel Martínez Estrada. Este lugar hoy es ocupado por Fernando Iglesias y su gorilismo rústico, elemental, modelo 45-55. Vulgar. La televisión tenía a Mariano Grondona como el intelectual orgánico de la derecha argentina. Argumentaba las posiciones mas conservadoras, mas reaccionarias durante la dictadura, Alfonín, Menem y después en base a los griegos clásicos y a los filósofos mas destacados del siglo pasado. Hoy esa función, la de “bajar línea de derecha” a públicos masivos desde la televisión es desempeñada por Baby Etchecopar y Viviana Canosa.
Así es la pendiente intelectual por la cual descienden nuestras derechas. Estos dos comunicadores, además de ignorancia y vulgaridad, derraman una ordinariez a la cual hizo su aporte Diana Mondino, distinguida gran burguesa de Córdoba que encabeza la lista de Milei para diputados nacionales por la ciudad de Buenos Aires. Preguntada por Santiago Cafiero, respondió con lo que entiende es el principal contraste entre ella y el canciller: “me baño y hablo inglés”, dijo. El mal gusto, la ordinariez de nuestras altas burguesías que tienen mucho más que ver con “la barbarie” que con la “civilización” sarmientina.
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