Intelectual, en el Siglo XX, era la persona que –a través de palabras y símbolos- interpretaba su tiempo pensando en una totalidad social e intervenía públicamente con una perspectiva histórica y de sistema. La figura fue sustituida por la del encuestador, asesor político, experto en temáticas puntuales desconectadas de razones estructurales y demandadas por el mercado académico y editorial.
Horacio González pensó, habló y escribió en contra de este espíritu de época. Lo hizo irradiando una lucidez basada en la erudición de quien leyó todos los libros de todas las bibliotecas. Y que atravesaba y desbordada todas las carreras, títulos y disciplinas sociales. Su humildad, calidad y calidez humana son datos imprescindibles para completar su retrato.
Dicho con palabras de Fito Páez: “Tiene la elegancia de hacerle sentir a un soldado raso que habla de igual a igual con un mariscal de campo”.
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